viernes, 29 de julio de 2016

"Un barco en el puerto está seguro, pero no es para eso que se contruyen los barcos"
 William Shedd

¿En qué momento "crecí"?

¿Qué estoy haciendo con mi vida?


Me sumerjo cada vez más en un lugar en el que no quiero estar. Apresuro mis pies a un sendero equivocado para mí a pesar de saber de que nunca perteneceré a ese lugar al cual intento llegar.

Muchas personas viven sin saber para qué son buenos en la vida, no saben hacia donde ir. Yo en cambio, aunque desde niña fuera una desgracia, retraída, con mal carácter, desaliñada, sin interés por la escuela, siempre tuve una cosa que fue mía, la única cosa que nunca perdí, que es parte de mí... No obstante, por miedo y por no atreverme a ir en contra de los adultos (que dicen saber lo que es mejor pero en realidad es mentira, nadie sabe lo que es mejor para la vida ajena) opté por el camino "seguro". Por el camino realista.


Ese camino que se debe emprender al llegar a cierta edad en donde de repente se nos reclama un estado de madurez aparentemente espontáneo. Ese olvidarte de soñar y de vivir para dedicarte a algo que pague las cuentas y ponga pan en la mesa para la progenie que todos (incluidos nosotros mismos) dan por hecho que llegará con la edad. Sí, así como esa madurez que supuestamente llega de manera automática.

Pues bien, heme aquí a unos días de cumplir 25 años, estudiando una maestría de esas del mundo realista. No tengo progenie, no tengo pareja ni esperanzas de tenerla próximamente, no tengo casa, no tengo trabajo, no tengo un futuro. No tengo nada. Y encima de todo, a pesar de haber vivido casi un cuarto de siglo apenas estoy aprendiendo a quererme y a ser yo. A que yo no soy ni era un proyecto fallido de humano. Si no encajas con las demás piezas quizá lo que necesitas es cambiar de rompecabezas.

Todo ha sido un proceso muy largo de aprender a ser libre y a hacer las cosas que me gustan. Estoy harta de reprimirme por miedo. Y si esta maestría me permitió soñar un poco, también me ha ayudado a abrir los ojos y darme cuenta de que sigo empeñada a estar en un lugar al que no pertenezco.

Hay mucho más debajo de esta piel, en mi interior puedo sentir una llama ardiente que busca escapar a mis intentos de sofocarla, para entonces poder salir y meterse entre mis huesos y mi carne y así poderme controlar como un alma libre. Para ser una marioneta libre, una marioneta que no es controlada por el titiritero sino por su esencia propia, por eso que la hace única y que nadie podrá arrebatarle. Por sus ambiciones más profundas y sus deseos más descabellados.

Quiero ser libre. Quiero hacer lo que quiera con mi vida, a fin de cuentas quien debe vivir con las consecuencias de las decisiones tomadas soy yo. Y yo he decidido que no quiero pagar las cuentas por una vida que se me impuso.

Estoy cansada de sobrevivir. Yo quiero empezar a vivir.