Acordaron darse
apoyo. Un hombro en el que recargar la cabeza, unos brazos que les ayudaran a no romperse y a conservar el calor dentro de ellos, alguien con quien hablar, alguien
con quien ser vulnerable… Un compañero con quien fingir que no estaban solos en este mundo.
A él le
habían dejado tantas veces que ya no creía en el amor. Había tenido el corazón
tan roto que al final lo había terminado perdiendo, o al menos eso era lo que había dicho.
A ella le
dejó el hombre que más había amado, dejó de amarla aún antes de terminar. Seguían
juntos, pero él ya no la buscaba ni se veía emocionado por verla, ya no parecía
importarle y ella no comprendía cómo es que eso podía haber sucedido de la noche a
la mañana. Aquel primer “Te amo” fue tan triste como nunca imaginó que podría
serlo. Después de él, no quiso volver a creer en la palabra de ningún hombre de amarla para toda la vida. No creyó que la fueran a amar. Y si no la iban a
amar y la iban siempre a dejar o no iba a confiar y terminaría por huir sin enamorarse, entonces no le encontraba sentido a tener una pareja.
Se sentaban
en una banca, en la sombra, ella recostaba su cabeza en las piernas de él, él
acariciaba su cabello en silencio…
Ni una sola palabra era pronunciada. Si ninguno tenía nada que decir, entonces no era necesario matar aquel dulce silencio que parecía ayudar a aquella ternura ficticia a entrar y apagar un poco el dolor dentro de ellos.
Ni una sola palabra era pronunciada. Si ninguno tenía nada que decir, entonces no era necesario matar aquel dulce silencio que parecía ayudar a aquella ternura ficticia a entrar y apagar un poco el dolor dentro de ellos.
A veces se
tomaban de la mano y cerraban los ojos para sentirse protegidos, para no
sentirse solos. Ese era su principal objetivo, hacerse compañía.
Eran
adictos a esos instantes en que se alejaban del mundo para volverse frágiles,
para desnudarse el alma y sólo dejar salir lo que sentían, podían llorar,
podían quedarse quietos escuchando el silencio, pero con un compañero con
quien sentir ese mismo éxtasis de tener frente a ti a una persona especial mirándote
a los ojos.
Todos
decían que estaban enamorados, pero la verdad era que ellos ya no podían
estarlo. Podían pasar mucho tiempo juntos, toda la vida, incluso, pero jamás serían
pareja pues de eso era de lo que huían…
Y de los labios de nadie
nunca se escapó un “te quiero”, nadie intentó enamorar, nadie tuvo detalles románticos o intentó besar al otro. Ninguno quería volver a sufrir, y ninguno quería arruinar lo que tenían.
Eran almas
gemelas, pero no querían arruinarlo con la soberbia de una relación. Eran almas
gemelas porque los dos estaban vacíos, porque ninguno sentía ya, por eso eran
iguales.
No sabían del pasado del otro, sólo conocían su esencia, sus secretos más ocultos, sus miedos... Sólo eso...