domingo, 30 de junio de 2013

Mi innegable

Heme aquí, despierta a las 3:54 pero no sólo porque esté utilizando la computadora, no. La razón por la que espero es porque estoy hablando con esa persona que ya no me adora, con esa persona que tantas veces me plantó y que dejó de demostrarme amor de la noche a la mañana.

¿Por qué? No lo sé, simplemente no puedo decirle que no a ese hombre. Puedo no buscarlo, puedo ignorarlo, puedo tratar de ser fría. Pero si me habla, si me sonríe, si me mira... Si me trata bien, vuelvo a hablarle normal. Vuelvo a decirle que lo quiero, aunque ahora sólo si lo dice él primero.

Es una persona única en mi vida a la que es, quizá, imposible negarle algo.

Y sé que no es sano. Y sé que debería dejarlo salir de mi vida para poder avanzar y no cargar con este equipaje... Pero es que simplemente no lo logro.

Lo mejor que puedo hacer es esperar que el tiempo se lo lleve y lo deje como un recuerdo feliz. Como una persona con quien perdí contacto pero no por una pelea o algo triste, sino porque la vida así lo decidió.

Y sé que buscamos rumbos distintos, y sé que entre más quiera verlo, más lejos estará de mí... Sé que si ahora me es imposible alcanzarlo si él mismo no se pone frente a mí... En el futuro llegará un momento en que por más que estire mi mano, mis dedos simplemente no lograrán rozarlo.

Es mi innegable pero no porque no pueda negarlo, que es cierto, no puedo... Sino porque no puedo negarle nada. Si me habla de manera que parezca apreciarme, yo no puedo decirle que no. Yo no puedo dormir así nadamás y dejarlo hablando solo. Yo no puedo verlo y no querer abrazarlo y besar su rostro. Yo no puedo evitar ahogar la costumbre de darle un beso en la frente al despedirnos y decirle "buenas noches..." aunque sean las diez de la mañana.

Y estoy aquí, sabiendo que ya debe estar durmiendo, pues no ha contestado. Estoy aquí, esperando por si despierta y me desea que pase una buena noche y tenga dulces sueños. Esperando que me mande un abrazo para poder dormir cómoda pensando que alguien allá afuera desea que mi sueño sea perfecto.

jueves, 20 de junio de 2013

Antes de dormir

Apagó la luz y se recostó en la oscuridad con la ventana abierta, preparándose así para dormir. Frías y diminutas gotas de lluvia caían en sus pies ocasionalmente como pequeños alfileres, pero eso no le molestaba. En realidad no quería cerrar la ventana. Amaba la brisa suave, amaba la lluvia fría que contrastaba con el calor insoportable del verano y amaba también, por qué no, los rugidos que producían las nubes al chocar entre sí.

No tenía sueño ni creía poder dormir, así que se quedó con los ojos abiertos en la oscuridad, tratando de encontrar formas nuevas en lo que eran sus alrededores ya conocidos pero que a la débil luz de la luna cambiaban y se transformaban en otros fantásticos. Buscaba algo con qué crear una historia. Siempre pensaba que sería genial dormirse inventando una aventura para dejar que su cerebro ya dormido, y por lo tanto sin límites, la continuara de manera extraordinaria, como ella nunca podría hacer estando despierta. No obstante, sabía que de suceder aquello, al despertar no recordaría nada y nunca podría comprobar si realmente alguna vez tuvo tan plácido sueño.

Cerró los ojos y se concentró en el sonido de la lluvia cayendo y golpeando su techo, se preguntó qué diría este si pudiera hablar. Seguramente protestaría por tener que quedarse cubriendo el sol, la lluvia, el granizo, la nieve... Aunque por otro lado ¿Y si al tejado le gustara su trabajo? ¿Y si le encantara poder sentir la caricia de los primeros rayos del amanecer? ¿Y si se burlaba de ella por no poder dormir bajo las gotas cristalinas que rara vez el cielo les ofrecía? ¿Qué tal si el techo estuviera enamorado del cielo nocturno y por cada una de las estrellas que hay ofreciera un suspiro ilusionado? Y el techo, si tuviera conciencia ¿Bostezaría y se estiraría también cada mañana como ella?

Imaginó entonces un techo con cuatro pilares en sus vértices. Lo imaginó estirándose como un gato que arquea el lomo. Lo imaginó emitiendo un bostezo y después volviendo a relajarse para dormir sostenido por las paredes.

De pronto notó que las gotas de lluvia dejaban de caer y ese sonido tan relajante de las gotas golpeteándolo todo, disminuía de volumen. Sintió lástima por la noche, y la imaginó como una mujer con un vestido negro y largo lleno de pequeños diamantes, que se baja de un hermoso carruaje antiguo al volver a casa luego de una maravillosa velada para simplemente reincorporarse a su vida cotidiana sin ningún tipo de emoción ni romance. Pobre noche, tan bella y tan menospreciada, pues la gente la desperdiciaba durmiendo y no admiraban su belleza ni respiraban el aroma de su perfume. Un aroma que contenía las más deliciosas y fragantes flores mezcladas con una inmensa melancolía. Y es que la melancolía, la soledad y la tristeza, aunque la gente no lo quiera ver, pueden crear también cosas hermosas.

Comenzó a jugar con sus pies, moviéndolos lenta y graciosamente como haciendo una coreografía donde ellos fueran la estrella. Tarareó una canción en francés que, aunque no sabía qué decía, le parecía que sonaba preciosa.

Después de un rato le comenzó a doler la espalda por estar en la misma posición. Se puso de lado y abrazó la almohada como si fuera un oso de peluche que la ayudaría a dormir más cómoda. Comenzó a relajarse y a dejarse llevar por el sueño y entonces, de la nada, sintió que la almohada era él e inconscientemente la acomodó de tal forma que fuera una réplica exacta de su anatomía. Se recostó en su pecho y su mente le regaló la sensación de aquel brazo conocido que la abrazaba tiernamente como diciéndole: Duerme, yo estaré a tu lado hasta que despiertes.

Hundió su nariz en la almohada e inhaló. Aunque no olía a él, ella conocía su fragancia tan bien que no necesitaba tenerlo cerca para poder percibirla. Entonces sonrió y sólo se entregó a esa memoria. A esa historia que no era una gran aventura pero que sí era un hermoso sueño donde no había que temer y donde podía regresar a quererlo como si nada hubiera pasado. Donde podía desenterrar aquel amor y librarlo de toda mancha para cobijarse los dos en él. Y entonces... Poco a poco... Sintió que su cuerpo pesaba menos... Sintió que estaba feliz... Y simplemente, en los brazos de aquel sueño... Finalmente cayó dormida...


Y crecí y entonces supe que no fui como planeaba

A veces me pregunto porqué ya casi no escribo ni pienso. A veces me pregunto porqué dejé de ser un ser racional y me convertí en un robot cuyo descanso tiene su propia rutina.

Me fui acostumbrando a buscar el placer que estaba a mi alcance, me acostumbré a comer, a ver tele, a ver series, a leer manga... Y todo eso está bien, son cosas me me gustan, pero ¿Por qué dejé de quebrarme la cabeza de tanto tratar de descifrar el mundo y a sus habitantes? ¿Por qué dejé de devorarme libros en un día o dos? ¿Por qué olvidé dejarme el alma en un dibujo, pasando horas y horas perfeccionándolo? ¿Por qué me acostumbré a tener una rutina? ¿Por qué cuando quiero descansar, en lugar de descansar, sólo cambio a otra de mis rutinas como quien cambia un cd?

Voy a la escuela, regreso, como, veo unas series, hago tarea, duermo... Despierto y hago lo mismo.

Me gusta salir, me gusta pensar mejor de mí, me gusta tratar de quereme más y me gusta salir con mis amigos.

Pero en otros aspectos yo era más, yo me preguntaba ¿Por qué?, yo observaba a la gente y los conocía aún sin haber hablado con ellos. Yo era más considerada. Yo me entretenía viendo cosas que los demás no notaban o que no les prestaban importancia, pero la gente lo ve raro, así que quizá sea mejor si dejo de hacerlo en público. Poco a poco, mientras ganaba unas cosas, me fui perdiendo. Extraño ser yo, extraño esa pasión que sentía al dibujar. Odio ser vacía, odio ser hueca, odio no pensar. Odio pasar los días dándome cuenta de que no tengo opinión con respecto a muchos temas porque no me doy el tiempo de repasarlos y pensar si hago bien en comportarme como lo hago.

Y me quejo, me quejo de todo. Me quejo del clima, me quejo de mi estado de ánimo, me quejo de la gente, me quejo de las formas, me quejo de las cosas, me quejo de que cualquier cosa sea diferente a como yo quiero. Y está bien quejarse... Pero quejarme no debería ser la única forma que tenga de expresarme.

Odio no hacer nada productivo en mi tiempo libre. Odio no hacer nada que me sirva de algo que no sea sólo momentáneo. Odio ver cómo voy perdiendo mi habilidad para dibujar... Odio como ya no puedo escribir como antes... Odio como mi cuerpo se va deteriorando y ablandando por la falta de uso.

¿Y saben porqué "no escribo"? Porque no tengo tiempo, porque es más fácil entretenerse con otras cosas. Porque no me da la gana, realmente.

Siento que si es algo que disfruto, debería hacerlo más. Y debería volver a apreciar el tiempo a solas, y debería despegarme las sábanas y debería dejar de buscar qué hacer cuando hay tanto a mí alrededor pidiéndome atención a gritos.

Odio como me fui perdiendo y acostumbrando, como me dijo una vez alguien: adaptarme. Odio como me perdí en el proceso. Porque claro, antes yo no hablaba con nadie, antes era sólo una observadora a distancia. Pero ahora que quiero participar, creo que debería seguir siendo yo y debería aportar algo a lo que me rodea. Debería decir cosas buenas en lugar de quejarme de lo que ya está y no puedo controlar.

No se supone que yo fuera así ¿Qué me pasó? Creo que poco a poco me voy recuperando, pero a veces simplemente no me comprendo. Aunque dudo ser la única.

Espero poder despertar las partes buenas que fueron sedadas para poder encajar con los demás, y espero seguir mejorando y conservar las cosas buenas que he ido ganando, aprendiendo y desarrollando.